Baños de bosque: ¿sabías qué ir a un bosque modifica nuestra bioquímica?

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Es bastante común cuando preguntamos a alguien qué tal se encuentra después de pasar unas horas o unos días en la naturaleza que su respuesta contenga palabras como “genial”, “relajado”, “feliz”, etc. Pero, ¿qué sucede realmente cuando nos sumergimos en el medio natural? Esto es algo que los japoneses han estudiado a fondo y han denominado “baños de bosque” (shinrin yoku) y que recomiendan y aconsejan a todo tipo de personas desde los años ochenta con asombrosos resultados.

Es sabido desde hace siglos que el contacto con el entorno natural estimula la salud y facilita la recuperación en caso de enfermedad. Los antiguos sanatorios se ubicaban en emplazamientos de un elevado valor natural, no solo por alejar el foco de contagio de las grandes urbes, sino también porque sabían que en aquellos parajes los seres humanos sanamos de un modo más óptimo. El célebre poeta Gustavo Adolfo Bécquer frecuentó hasta su temprana muerte el Monasterio de Veruela, situado a los pies del magnífico Moncayo, al igual que el laureado emperador Carlos V, quien buscó descanso y salud en el Monasterio de Yuste, abrazado por la exuberante Sierra de Gredos.

Hoy en día, gracias a la labor de grandes investigadores como el doctor e inmunólogo Qing Li, sabemos a ciencia cierta algunos de los procesos que acontecen en nuestro organismo al frecuentar entornos naturales. Algunos de estos cambios son realmente increíbles, ya que establecen las condiciones oportunas en nuestro interior para generar una experiencia de salud. Toma nota:

  • Aumentan hasta un 55% las células Natural Killer (NK), unos linfocitos que forman parte de nuestro sistema inmune y actúan como primera línea de defensa sobre un amplio abanico de elementos patógenos.
  • La presión arterial desciende y se regula.
  • Aumenta notablemente el número y la actividad de proteínas anticancerígenas como la perforina, la granulisina y la granzima.
  • Se produce una importante reducción en sangre de las conocidas como hormonas del estrés: el cortisol y la adrenalina.
  • Se estimula la producción de serotonina, también conocida como la hormona de la felicidad.
  • Se mejora la calidad del sueño y se incrementa el tiempo del mismo.
  • Disminuyen las tendencias ansiosas, depresivas y/o iracundas, entre otras.
  • Se regulan los niveles de glucosa en el plasma sanguíneo.
  • El organismo es mejor y más eficientemente oxigenado.
  • Mejora la concentración y la atención dirigida.

Todos estos cambios medibles científicamente se generan en los seres humanos cuando nos exponemos de forma tranquila y relajada a entornos naturales durante un tiempo mínimo de 2 horas.

Los baños de bosque son experiencias de inmersión en un entorno natural lo más puro posible, como un bosque, aunque pueden ser en cualquier ecosistema natural adecuadamente conservado. Estas experiencias consisten en pasear y respirar de forma consciente la atmósfera del bosque, relajándonos y recreándonos en la contemplación de la naturaleza, sin realizar ningún esfuerzo o actividad física o intelectual considerable. Un baño de bosque no es hacer deporte en la naturaleza, sino disfrutarla desde la relajación y la presencia.

Todo ello sucede espontáneamente simplemente con “estar” en la naturaleza. Por supuesto, si durante nuestro baño de bosque realizamos ejercicios concretos de relajación y toma de consciencia, sintiéndonos parte del entorno natural y siendo conscientes de nuestra conexión con este, la experiencia que vivamos será quizás más plena y enriquecedora. Además, los efectos benéficos causados por un baño de bosque de tan solo unas horas de duración se prolongarán durante unos 4 o 5 días, y si nuestra estancia en el medio natural se extiende por una semana, serán varias las semanas en las que nuestro organismo gozará de las virtudes del bosque, pese a que volvamos a un entorno plenamente antropizado, como puede ser una ciudad.

No obstante, pese a que simplemente con “estar” en la naturaleza vamos a beneficiarnos ampliamente a todos los niveles del ser, existen algunas recomendaciones a tener en cuenta para que nuestros baños de bosque sean si cabe más plenos y gratificantes todavía. Algunas de estas recomendaciones son las siguientes:

  • Tiempo de exposición óptima de 2 a 4 horas.
  • Frecuentar bosques cuyos árboles dispongan de hojas verdes, es decir, en invierno visitar bosques perennes y en verano bosques perennes y caducos.
  • Elegir un lugar donde nos sintamos seguros, calmados y no observados.
  • Elegir un lugar lo más puro posible para darnos el baño de bosque.
  • Sentarse o permanecer en cualquier lugar que nos llame la atención o nos guste.
  • Pasear sosegadamente por el entorno, sin recorrer más de 4 km si vamos a permanecer allí unas pocas horas.
  • En la medida de lo posible, guardar silencio y escuchar.
  • Apagar o poner en modo silencio el teléfono móvil. No usar aparatos electrónicos mientras realizamos el baño de bosque salvo en caso de emergencia. La intención es la conexión con uno mismo y la naturaleza.
  • No realizar deporte, sino caminar tranquilamente o sentarse a contemplar y sentir el entorno.
  • Respirar de forma plena y consciente, con inhalaciones y exhalaciones relajadas y prolongadas.
  • Vestir ropa y calzado acorde al medio natural y a la temperatura ambiental para mantener el confort.

Poniendo en práctica estas simples pautas y lanzándonos a la experiencia sanadora del bosque con ánimo dispuesto y entregado es seguro que nuestra vivencia será un pequeño tesoro que enriquecerá nuestro mundo interno y que, cada vez que lo deseemos, podremos recuperar al contemplar un atardecer en la campiña, una hoja de nogal caer o una brizna de hierba crecer.

El baño de bosque garantiza cambios bioquímicos que promueven la salud y corresponde a la vanguardista disciplina terapéutica bautizada como Medicina Forestal. Una vez disfrutado el baño de bosque, sus beneficios permanecen medibles en sangre durante los próximos siete días. Por ello, la recomendación es realizar esta saludable práctica una vez por semana. De este modo, aprovecharemos el entorno natural como un trampolín que propulse nuestro estado de salud hacia una esfera de mayor bienestar y rendimiento.

El bosque sin juicio: salud en todos nuestros cuerpos

Pero los baños de bosque no tienen efecto únicamente a nivel del cuerpo físico. Su impacto en nuestra salud emocional, mental y espiritual es profundo.

La capacidad de los entornos naturales para sanar y restablecer la armonía en los seres humanos viene dada, en gran parte, por ser espacios sin ego, sin juicio. Este hecho puede percibirse de forma notoria durante la práctica de un baño de bosque o cualquier otra dinámica terapéutica en medios naturales.

Al adentrarnos en la naturaleza de forma contemplativa y sosegada, sin mayor intención que la de simplemente ser y estar en ella, pronto observamos cómo en nuestro interior se genera una especie de vacío. Este vacío puede producir una profunda paz o, por el contrario, una desmesurada turbación o desconsuelo. Aquello que sintamos dependerá de nuestra capacidad para soltar y dejar caer nuestras máscaras, las cuales se resquebrajan en el mismo instante en el que las situamos ante el silencio y la vida más genuina, ambos aspectos presentes y muy manifiestos en los entornos naturales.

De repente, cuando estamos allí, en medio de un bosque, de una montaña o de un campo, nosotros pasamos a ser un Ser más de esa composición de vida, somos una forma más entre las innumerables formas que nos rodean, y nuestros atributos son unos más entre todos los existentes. En ese lugar nadie nos dice qué está bien o mal, qué es feo o hermoso en nosotros, ni cómo debemos comportarnos. No existe más juicio que el que nosotros mismos traigamos. Estamos totalmente incluidos.

Es entonces cuando tomamos consciencia de que nadie nos está atacando, y que por ende, la defensa de nuestra personalidad y nuestros ideales allí no tienen lógica de ser. Podemos relajarnos. Ya no tenemos que demostrar nada, no tenemos que conseguir nada, no tenemos que aparentar nada, no tenemos que controlar nada. Entonces respiramos.

"El árbol no niega su sombra ni al leñador que lo derriba".
Proverbio hindú

En una sociedad cada vez más estereotipada, en la que la forma prevalece sobre el fondo y el cuerpo es transformado en un icono de belleza encorsetada, es cada vez más frecuente que las personas desarrollemos una crítica mordaz y autodestructiva hacia nosotros mismos y nuestro cuerpo. Este comportamiento tan disfuncional se ve estimulado por nuestro entorno más inmediato, el medio por el cual nos movemos diariamente, el bosque urbano. Carteles con imágenes falseadas, suelos y paredes cuadradas, grises y angulosas, reclamos publicitarios por doquier y un sinfín de estímulos artificiales que, en definitiva, nos dicen cómo tenemos que ser o, al menos, nos cuentan una versión de cómo es el mundo y nosotros mismos.

En un medio como el descrito es difícil encontrar visiones apaciguadoras, balsámicas, que estimulen la creación de un espacio interno para la calma y la introspección, y en las cuales nos sintamos representados o reconocidos de algún modo. Esta visión nos la brinda el bosque. Durante una inmersión en un bosque o espacio natural conectamos con aquello de donde venimos y que nos ha acompañado a lo largo de nuestra epopeya humana. Los sonidos que encontramos nos son familiares y encontramos múltiples imágenes donde poder reposar la mirada y sentirnos libres de todo juicio. Los olores a su vez se despliegan ante nosotros y los sabores están al alcance de una mano. Todo ello convierte al bosque en un lugar donde únicamente existes tú y todo lo demás, un lugar donde lo único que pasa es la vida, y lo más importante, un lugar donde nada está bien ni nada está mal, solo es y está.

Este último concepto es capital, pues guarda en sí mismo la llave de la aceptación. Estar en la naturaleza es estar integrado, es ser uno con ella y ella una con nosotros. Todo ocurre en ella, desde la muerte más salvaje hasta la vida más pletórica, y ella todo lo abarca, sin juicio, con total permisividad y amor. Podemos encontrar cualquier forma en ella, desde un tortuoso árbol hasta una radiante flor, y no habrá nadie, salvo nosotros mismos si así lo elegimos, que tome el papel de juez y determine qué es hermoso y qué es horrible en ese peculiar escenario. Nuestra forma es, por tanto, una forma más en ella, ni peor ni mejor, ni más hermosa ni más desagradable que cualquier otra forma que exista en ese instante. Ese sentimiento, la experiencia de ser y estar sin juicio alguno, es uno de los más hermosos, transformadores, posibilitadores y poderosos que podemos experimentar durante un baño de bosque.

Así pues, al rodearnos de aceptación cultivamos la propia, y poco a poco pero de forma consistente transformamos nuestra percepción en semejanza a aquella que todo lo ama.



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Fitoterapeuta

Christian Gilaberte Sánchez

Posgrado en Fitoterapia: Plantas Medicinales y Salud, por la Universidad de Barcelona. Técnico en trabajos forestales y conservación del medio natural. Técnico superior en gestión y organización de los recursos naturales y paisajísticos. Monitor de actividades pedagógicas forestales. Facilitador de Constelaciones Familiares y el curso de Herbología Sensorial.

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