Educar sin premios ni castigos es posible

Educar sin premios ni castigos y otras claves para educar consciente y respetuosamente en nuestra «Escuela de Familia».

Estamos preparados para criar a nuestros hijos desde la intuición y el sentir, pues contamos con una voz interna que nos guía para criar con consciencia, pero para poder atender a esa voz necesitamos pararnos a escuchar, lo cual no siempre es fácil en este mundo enfocado en lo material, la productividad y la inmediatez.

Muchos padres, con todo el amor del mundo y la intención de hacer las cosas lo mejor posible, nos empapamos de manuales de crianza, muchos de los cuales nos enseñan métodos conductuales y nos instan a educar con premios y castigos, como si todos los niños fueran iguales y respondieran de igual manera a lo que perciben del mundo.

Aquí comienza una de las primeras dificultades en la crianza, pues al delegar en lo que nos instruyen los libros, educadores u otros padres dejamos de detectar las necesidades de nuestros hijos, e incluso ignoramos las nuestras como cuidadores.

No hay una manera de educar correcta, que funcione para todos los niños, pero si existe una manera de educar ideal, es aquella que tiene en cuenta la esencia del niño, y permite que se construya a sí mismo en base a ella, no porque sus conductas vayan a ser premiadas o castigadas.

La educación en base al premio y castigo dificulta el desarrollo personal del niño al poner trabas a su paso por el mundo. El niño deja de hacer lo que siente, desatiende sus deseos y necesidades para agradar a los demás, pero no porque la motivación sea intrínseca.

Cuando el niño llega a la adultez, no sabe quién es ni por qué ha tomado las decisiones que ha tomado. Su base ha sido el premio y el castigo que esperaba recibir y la recompensa de agradar a los demás y sentirse en pertenencia, incluso ya de adulto. Muchos de nosotros reconoceremos estas carencias en nosotros mismos si hemos sido criados de forma similar.

La estrategia del premio y el castigo acarrea consecuencias aparentemente positivas a corto plazo: el niño dejará de hacer o hará lo que se le pide en ese momento porque su conducta está bajo amenaza. Pero, a la larga, las consecuencias no son positivas, ya que el niño no habrá interiorizado por su voluntad sus actos; además, puede reproducir la conducta a escondidas de los mayores para evitar castigos o mentir para alcanzar premios. El niño desarrolla una personalidad muy competitiva y una baja tolerancia a la frustración, porque se le enseña que cometer errores no es un aprendizaje, sino que repercute en un castigo.

El premio y el castigo distancia a los adultos y los niños. Cuando criamos en base a esta estrategia, los niños se inhiben de ser ellos mismos, sienten miedo en vez de respeto hacia la figura adulta, y además le enseña que es posible ejercer poder sobre cualquier persona que sintamos vulnerable.

¿Y qué podemos hacer para evitar educar con premios y castigos?

Primero: reconocer que son niños, y que están aprendiendo constantemente, y nosotros estamos para guiarlos y darles alternativas para resolver los problemas a los que se enfrentan.

Segundo: observar si las necesidades de nuestros hijos están cubiertas (sueño, hambre, movimiento, juego, abrazos, etc.).

Tercero: establecer límites concretos y muy claros en función de sus capacidades evolutivas.

Cuarto: buscar consecuencias directamente relacionadas con los actos del niño. Por ejemplo, si derrama agua, le podemos ofrecer una fregona. Muchas veces los niños no llegan a interiorizar las consecuencias de sus actos porque no van ligadas a la conducta a reparar (tiras agua y te encierro en tu cuarto al rincón de pensar).

Quinto: evitar amenazas y sustituirlas por consecuencias lógicas y objetivas, que experimenten por sí mismos para que comprendan que sus acciones tienen repercusiones lógicas. Por ejemplo, “Si ves más tiempo la tele, luego no podremos leer cuentos porque se nos hará tarde para ir a dormir”, en vez de usar la amenaza: “Si no apagas la tele mañana no iremos al parque”.

Sexto: auto-cuidado del adulto. Si estás estresado y vas con prisas, difícilmente podrás controlar los nervios y acudirás a técnicas como el chantaje, gritos o amenazas para resolver rápidamente la situación, pero esta no acarreará un aprendizaje para el niño.

Séptimo: ofrecer alternativas en vez de decirle directamente que no.

Octavo: conectar contigo y hacer caso a tu instinto, criando como te gustaría que lo hubieran hecho contigo y sin temor a educar desde el amor y la responsabilidad.

Si hemos sido criados en la confianza en nuestros propios recursos, en lugar de en base a premios y castigos aparentemente arbitrarios, nos guiaremos por nuestras pasiones y necesidades y seremos consecuentes con nuestras decisiones, nos convertiremos en adultos bien adaptados e íntegros, capaces de desarrollar todo nuestro potencial. Eso es lo que buscamos para nuestros hijos, y por eso debemos escucharnos a nosotros mismos, como padres o cuidadores, para criar desde el respeto, el apego saludable y el amor.

En nuestra escuela de familia abordaremos este tema y otros tan interesantes como el que hoy compartimos con vosotr@s. ¿Queréis acompañarnos? Os esperamos

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NOTA IMPORTANTE

Ninguna terapia puede convertirse en sustituto del diagnóstico y tratamiento del médico o profesional de la salud cualificado. El Instituto Valenciano de Terapias Naturales ofrece alternativas complementarias y nunca sustitutivas y no se responsabiliza del uso o mal entendimiento de estas. 

En nuestro equipo todos los profesionales se mueven dentro de esta filosofía y jamás se exceden de sus funciones a la hora de trabajar con una persona, estando sus  técnicas dentro de la legalidad y atendiendo a las personas que hayan sido diagnosticadas previamente por un médico, advirtiendo que el programa de salud es un complemento y  que nunca sustituye a las normas establecidas por el profesional sanitario correspondiente.