Los seres humanos nacemos y llegamos a la vida a través de la unión de un hombre y de una mujer, de nuestro padre y de nuestra madre. Ese hecho biológico, natural, constituye el inicio de nuestra vida. Así pues, todos tenemos una madre y un padre. No hay nadie que pueda decir: «yo no tengo madre, o yo no tengo padre», pues aunque alguno de ellos haya fallecido tempranamente, o aunque no se le haya conocido, esa madre y ese padre han existido, y han dado como mínimo la vida.
Por eso somos «la mitad de nosotros gracias a nuestra madre (50%), y la otra mitad de nosotros gracias a nuestro padre (50%)». Somos independientes de ellos, pero a la vez somos ellos, y nos encontramos totalmente condicionados por sus circunstancias.
Sin embargo esa balanza inicial se desequilibra al tener en cuenta que llegamos a la vida en el cuerpo de nuestra madre. Permanecemos y vivimos en ella nuestros primeros meses de vida, y se ha observado que para nuestra vida es mucho más condicionante la madre que el padre.
No solo se trata de que tenemos una relación con ella sino que al principio de nuestra vida «somos uno» con ella. Madre e hijo se encuentran en continua comunicación a través del alimento, la sangre, las hormonas…, y el campo energético de un hijo (tanto hijo como hija) está completamente unido al de su madre.
Primeros años en el campo de la madre
En el campo o espacio de la madre estamos un tiempo: nacimiento y primera infancia, hasta la pre-adolescencia (8 – 10 años). Durante ese periodo, un hijo/a toma de su madre todo lo que necesita para estar en la vida (el padre será más relevante para el hijo/a después).
¿Qué es lo que un hijo/a toma de su madre?
De la madre un hijo/a toma todo lo que tiene que ver con el amor, y como consecuencia con las relaciones: cómo nos relacionamos con nosotros mismos, con nuestra madre, con nuestro padre, con nuestros hermanos si los tenemos, y posteriormente con nuestras parejas, con los propios hijos, etc. Es decir, todas nuestras relaciones posteriores van a quedar condicionadas por esa primera relación.
La relación con la madre también a determinar nuestra relación con la comida, ya que en una primera etapa de la vida, la comida está vinculada completamente a la madre (tanto si nos la proporciona ella directamente como si no).
Nuestra relación con la sexualidad, cómo nos vemos a nosotros mismos, nuestra autoestima. La intuición, la sensación de sentirnos seguros y a salvo. Nuestra relación con la abundancia, con la prosperidad, con el dinero y con el éxito, también con nuestra salud física, etc. Y es que en realidad nuestra Vida en general va a estar condicionada por ese primer tomar de ella.
Es importante mencionar que la madre suele tener un movimiento natural con los hijos de llevarlos hacia ella, de acogerlos, de abrazarlos y de traer sus hijos hacia ella. Durante los primeros años de vida la madre tiene todo lo que cualquier hijo/a necesita y en ese espacio que la madre proporciona es que el hijo se puede sentir seguro y a salvo, y puede construirse como una persona fuerte y sólida.
Posteriormente el hijo/a pasa al campo del padre
Para dejar de ser pequeños, tanto un hijo como una hija necesitan pasar al campo del padre. De esa manera pueden continuar con su proceso de crecimiento interno, pero ¿qué significa pasar al campo del padre? Estar con él, hacer cosas con él (pero no como la madre determina sino como para el padre esté bien hacer).
En esa etapa posterior se permanece hasta la adolescencia y primera juventud, tomando aquello que solamente se puede tomar del padre.
¿Qué es lo que un hijo/a toma de su padre?
El padre tiene que ver con todo aquello que nos hace independientes, autosuficientes. Lo que queremos estudiar, a qué nos queremos dedicar, dónde vamos a querer trabajar. El padre nos da la fuerza para estar en el mundo, para resolver los problemas del día a día, y nos ayuda a desenvolvernos, a no tener miedo al mundo, y a estar en contacto con la realidad.
De él vamos a tomar en parte quienes somos, y esa etapa crucial para el desarrollo de la propia individualidad y autonomía no puede tener lugar en el espacio de la madre, pues estando con la madre como ya hemos visto, estamos totalmente condicionados por ella, somos ella (miramos el mundo con sus ojos, sentimos como ella siente…). Es pues en el espacio del padre donde vamos a poder empezar a ser nosotros mismos.
El movimiento natural de un padre es totalmente distinto al de la madre (incluso se podría decir que opuesto al que la madre realiza) y es que el padre en lugar de atraer a los hijos hacia sí, los impulsa y los apoya hacia afuera, hacia el exterior, hacia el mundo, haciendo a los hijos válidos y útiles para la vida. En definitiva, los impulsa a hacer su propia vida.
Podríamos decir que la madre es el Sí, y que en su espacio los límites se desdibujan. El padre es el No, y representa por tanto los límites (nos da la fuerza necesaria para decir Sí cuando queremos decir Sí, y No cuando queremos decir No).
De él vamos a tomar también la autoridad, las normas, la estructura. El hecho de que podamos proponernos un objetivo y hacer lo necesario para lograrlo. Las personas estructuradas, organizadas, en principio han tomado eso del padre. El padre proporciona la fuerza para estar en el mundo, y ayuda al hijo/a en su estabilidad y también con su salud mental.
Cómo completamos el movimiento de hacernos adultos
Hasta ahora el proceso ha sido igual tanto para un hijo como para una hija, sin embargo a partir de esta etapa es que el proceso es distinto para cada uno de ellos:
– PARA LOS HIJOS VARONES
En el caso de los hombres una vez están en el campo del padre han de permanecer en él, para poder convertirse ellos en hombres, y por tanto ya no regresan al campo de la madre.
Esto la madre a un nivel inconsciente lo puede presentir, de ahí que en ocasiones pueda ser más difícil para la madre de un hijo varón permitir que éste salga de su espacio para ir hacia el de su padre. Por este motivo hoy en día podemos ver hombres en un cuerpo adulto pero que no han completado el movimiento de ir hacia su padre, manteniéndose como niños grandes, como chicos, sin la fuerza suficiente para hacer su propia vida y sostener a su familia.
Cuando un hijo puede completar ese movimiento hacia el padre, ahí sí es que va a poder tener fuerza en aquellos ámbitos que el padre representa tanto en su vida presente como futura.
– PARA LAS HIJAS
En el caso de las hijas, para que puedan terminar de hacerse mujeres han de salir de nuevo del campo del padre y regresar al campo de su madre, pues mientras una mujer permanece en el campo del padre es una chica. No es una niña pero tampoco es una mujer, es una chica. Al moverse hacia el campo de la madre es que la hija completa su desarrollo pudiéndose convertir en un mujer adulta.
La vida como adultos
Al poder podido tomar a los padres y completar las distintas etapas de vida, con los movimientos anteriormente descritos, es que un hombre y una mujer se convierten en adultos. No importa tanto la edad real en que esto se produce pero sí es necesario completar cada una de las etapas mencionadas ya que si algo falta en uno mismo, irremediablemente va a terminar proyectándolo afuera. Cuando se completa el movimiento de hacerse adulto, todos los aspectos que los padres (madre y padre) representan pueden ser mucho más fáciles.
Por ejemplo, si una mujer después tiene hijos, la relación con sus hijos podrá ser más fácil y fluida, y no se tenderá a proyectar aquellas acciones no completadas en el hijo o la hija. (Eso en todos y cada uno de los aspectos que la madre representa, no solo relación con los hijos, sino también con el dinero, la pareja, la salud, etc).
Poder completar el movimiento de hacerse adultos es el mayor regalo para todos, en primer lugar por supuesto para nosotros mismos, pero también para nuestros padres, nuestros hijos, nuestra pareja, y todos aquellos que nos rodean.
En la Formación de Facilitadores de Constelaciones Familiares del Ivatena, los alumnos/as realizan un proceso personal intenso, profundo y muy sanador en el que tienen la oportunidad de avanzar en cada una de las etapas mencionadas, lo que se traduce en un mayor bienestar para sus vidas. También en los talleres grupales y en las constelaciones individuales se puede trabajar cualquier aspecto concreto que se desee de uno mismo respecto del sistema familiar.
Tener una buena relación y actitud hacia nuestros orígenes y nuestra familia ayuda a sentar unas bases estables y profundas en la vida. ¡Te invitamos a conocer nuestra formación y a participar en ella!
Para concluir este artículo te dejamos un vídeo con un ejercicio sobre cómo hacernos adultos. Si estás interesado/a en participar en estos ejercicios o resolver alguna de las problemáticas que pueden estar impidiendo que alcances mayor plenitud en tu vida, te animamos a participar en nuestros talleres de constelaciones familiares.
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