Relaciones saludables y conscientes
Saber identificar personas inconscientes para poder dejar que sigan su camino y tú seguir el tuyo desde el amor es algo fundamental en nuestra vida.
Pero, ¿qué es una persona inconsciente? O, dicho de otra manera, ¿qué es una persona tóxica? Tóxico es el término que se ha popularizado para designar a estas personas, pero una manera más amorosa y real de pensar en ellas es con la palabra inconsciente.
En mi opinión, quien le pone la etiqueta de tóxica a una persona es porque no es capaz de ver a la persona y se queda solo con el personaje. No conozco a nadie que diga: “yo soy una persona tóxica” o “he sido una persona tóxica”, siempre son los demás las personas tóxicas.
Decimos que una persona es tóxica porque solo habla de cosas negativas que le han pasado o que le pasan a los demás o que le están pasando al mundo.
Decimos que una persona es tóxica porque la vemos amargada y malcarada.
Decimos que una persona es tóxica porque está enfadada todo el tiempo.
Decimos que una persona es tóxica porque hace daño a las otras personas.
Es decir, personas que se sienten enfermas en su cuerpo físico, o en su cuerpo emocional, o en su cuerpo mental o en su cuerpo espiritual.
Y, ¿quién de nosotros nunca ha estado enfermo física, emocional, mental o espiritualmente? Como dijo el sabio: “El que esté libre de pecado que lance la primera piedra”.
Quizás ya no nos acordamos o pensamos que lo hicimos mejor. Como ninguno de nosotros tiene perspectiva de sí mismo, la realidad es que no lo podemos saber.
Ver y reconocer esta realidad no quiere decir que tengamos que sostener a alguien así ni que tengamos de permitir que nos hagan daño, ni mucho menos. Lo que sí nos permite hacer es justo esto, ver y reconocer que detrás de ese malhumor hay algo feo que ocurrió, que detrás de esa agresividad seguro que hay miedo, que detrás de esa queja hay una serie de carencias que no han sido satisfechas.
Ver todo esto no quiere decir tampoco que sea yo quien solucione ni satisfaga todas esas carencias, limitaciones, miedos, frustraciones y un largo etcétera. Quiere decir que tan solo al verlo ya ha cambiado mi mirada sobre esa persona y sus circunstancias y eso ya es algo. Ya es un pequeño gran cambio que puede hacer más fácil mi relación con esa persona.
Y, si esto tampoco es suficiente entonces puedo alejarme con amor hacia mí, lo primero y, hacia esa persona, lo segundo y seguir mi camino y permitir que esa persona siga el suyo.

MARÍA NURKANOVIC EGEA
Directora de la Formación
Terapeuta y facilitadora de Constelaciones Familiares. Grado en Psicología por la UNED. Máster en Psicología Transpersonal. Facilitadora de Constelaciones por la Hellinger®schule de Alemania, formada con el creador del método Bert Hellinger, su esposa Sophie, y los docentes autorizados de la Hellinger®schule. Es miembro de la Hellinger®sciencia. Realiza talleres grupales de constelaciones familiares. También está formada en Naturopatía, Flores de Bach, y es Maestra de Reiki Tradicional Japonés. Participante en el PARA (Psico Neuro Endocrino Inmunología) organizado por la Fundación Salud.
Hacia una alimentación natural
La alimentación de hoy en día dista mucho de lo que hemos consumido durante cientos de miles de años, y es especialmente en el último siglo cuando hemos visto aparecer todo tipo de productos que satisfacen nuestras papilas gustativas pero apenas nos aportan a nivel nutricional. Es más, no solo no nos aportan, sino que nos dañan.
Además de las toxinas que encontramos en ciertos alimentos, debido a los vertidos tóxicos del sistema industrial, que han contaminado especialmente nuestros mares y los pescados, crustáceos y moluscos que viven en ellos, tenemos también ciertos nutrientes que, en las cantidades en que se consumen hoy en día, podemos considerar como toxinas: el azúcar, la grasa y la sal.
En una alimentación natural basada en alimentos integrales, completos y en su mayoría vegetales, el azúcar, la grasa y la sal no serían un problema. Sin embargo, hoy en día hay un gran exceso de azúcar, grasa y sal en todo lo que consumimos, especialmente en los alimentos procesados y casi todo aquello que encontramos envasado, envuelto o precocinado de alguna manera. Esto tiene un motivo: el azúcar, la grasa y la sal son muy apetecibles, les encantan a nuestras papilas gustativas y a nuestro cerebro.
Nuestro cerebro evolucionó para preferir alimentos altos en azúcares porque en la naturaleza estos azúcares provienen de las frutas, que son alimentos completos, saludables y llenos de antioxidantes, así como también de las verduras, cereales, legumbres, etc., que nos proveen de carbohidratos complejos. Tanto las frutas como las verduras son nuestra fuente natural de energía y contienen fibra, un elemento esencial en mantener nuestra flora intestinal saludable y en transmitir la señal de que estamos saciados.
Cuando eliminamos la fibra de un alimento, como cuando procesamos un cereal y lo convertimos en arroz blanco, pan blanco, etc., estamos perdiendo una parte importante de los nutrientes junto con esta fibra, y además nuestro estómago pierde la capacidad de detectar cuándo hemos comido suficiente. Esto es lo que hace que los alimentos refinados, como la bollería industrial o los cereales de desayuno, no nos sacien a tiempo y nos hagan engordar. A esto además hay que sumar los azúcares libres que contienen (o los edulcorantes), las grasas (aceites, mantequilla, leche) y todos los demás ingredientes que se utilizan para darles su característico sabor y textura y hacer que duren meses en los estantes del supermercado.
También nuestro cerebro tiende a preferir los alimentos altos en grasas, ya que la grasa es el medio perfecto para almacenar energía a largo plazo. Nuestros ancestros no siempre tenían a su alcance suficientes alimentos, haciendo que, cuando se presentaba la ocasión, comer en exceso y llenar las reservas de grasa fuera una ventaja para su supervivencia.
Sin embargo, nuestro organismo tampoco está preparado para la cantidad de grasa que consumimos hoy en día. Por un lado, tenemos las carnes que provienen de la ganadería moderna, tanto intensiva como extensiva. Los animales criados para el consumo de carne son engordados para poder aprovechar su carne al máximo, lo que a menudo resulta en un perfil nutricional en el que la grasa es mucho más elevada que la de la carne de caza que habrían encontrado nuestros ancestros, mucho más magra. Por otro lado, usamos muchos aceites, mantequillas, natas, mantecas, etc., todos ellos productos procesados, obtenidos a partir de extraer la parte grasa de un alimento (oliva, coco, leche, etc.).
La grasa, separada del alimento completo del que proviene, tampoco beneficia a nuestro organismo, especialmente en las cantidades tan elevadas en las que la encontramos en los productos procesados. Emplear un poco de aceite de oliva para cocinar un alimento no va a perjudicar a nuestras arterias (salvo en casos de enfermedad cardiovascular grave), pero sí que hay que estar atentos a los porcentajes de aceites y grasas que encontramos en los paquetes que encontramos en los supermercados.
Un buen motivo para vigilar las grasas que consumimos son las calorías que contienen. Una sola cucharada de aceite de oliva son 119 calorías, que sería equivalente a una taza y media de arándanos. Nuestro estómago apenas percibe esa cucharada de aceite, mientras que comer fruta es mucho más saciante.
La sal, por otro lado, no suele ser un problema para la salud en las cantidades en las que la usamos habitualmente para cocinar. Sin embargo, la cantidad de sal que encontramos en los alimentos envasados, precocinados, procesados, etc. es muy elevada. Se estima que actualmente estamos comiendo diez veces más sal de la cantidad para la que estamos programados genéticamente. Los alimentos procesados son la fuente principal de sal en la dieta occidental moderna, y otro motivo por el que nos conviene una alimentación más natural.
El azúcar, la grasa y la sal, en las cantidades en las que las encontramos hoy en día, en los productos procesados, pueden considerarse toxinas, agentes que perjudican a la salud en lugar de favorecerla.
En su medio natural, como parte de un alimento entero y sin procesar, estos nutrientes favorecen la salud y forman parte necesaria de una alimentación saludable. El problema que encontramos en la actualidad proviene de crear, mediante ingeniería alimentaria, productos que no son realmente alimentos.
Una vez creados y consumidos habitualmente, generan una cierta dependencia o incluso adicción, especialmente en los más pequeños, por los motivos que he mencionado antes: nuestro cerebro está diseñado para favorecer los alimentos altos en azúcares, grasas y sal porque son elementos que en la naturaleza señalan alimentos buenos para nuestra supervivencia, como las frutas maduras o las semillas, tan ricas en grasas y todo tipo de nutrientes.
¿Y qué se puede hacer frente a esto?
La buena noticia es que esta dependencia se puede cortar, y el apetito por los alimentos altos en azúcares, grasas y sal disminuye cuando empezamos a llevar una alimentación natural.
Eso sí, hemos de ser conscientes de que lleva un tiempo y de que si volvemos a introducir alguno de estos productos hiperestimulantes, volveremos a acostumbrarnos a los sabores artificiales. Lo más fácil es que eliminemos tantos de estos productos como sea posible, en el menor plazo de tiempo, para que la transición nos cueste menos.
Durante el periodo de adaptación, al estar nuestras papilas gustativas y cerebro acostumbrados a los sabores extremos y la hiperestimulación de este tipo de productos, el cambio a una alimentación natural hará que los alimentos nos parezcan insípidos en comparación. Esto es normal y tenemos que ser pacientes, y sobre todo compasivos con nosotros mismos cuando recaigamos.
En un máximo de 90 días las papilas gustativas se han acostumbrado a los sabores naturales que provienen de los alimentos enteros: frutas, verduras, cereales, legumbres, etc., haciendo que volvamos a disfrutar de estos alimentos.
La naturaleza nos ha provisto de todo lo que necesitamos para estar saludables. No solo eso, también de alimentos deliciosos que no necesitan otra preparación que darles un bocado. Como persona que ama la cocina y experimentar con los alimentos, no puedo dejar de maravillarme del placer simple y exquisito de dar un bocado a una fruta de temporada: degustar los nísperos de junio, las cerezas maduras de julio y agosto, las uvas de septiembre… No hay postre que pueda competir con ellas.
Por suerte, cada vez somos más las personas que apostamos por el retorno a una alimentación natural, con movimientos como el #RealFood, la dieta basada en plantas y alimentos integrales y, desde hace décadas, con la Naturopatía, que es la disciplina que busca restaurar el estado de salud natural del ser humano, usando los recursos de los que provee la naturaleza, como la alimentación y las plantas medicinales.
Llevar una alimentación natural es posible y, con el tiempo, esta se convierte en la única alimentación que quieres llevar. Al hacer la transición, tu salud física y estado anímico mejoran, porque la nutrición adecuada nos da energía, evita digestiones pesadas, previene e incluso trata enfermedades y evita la inflamación crónica, que está relacionada con gran parte de las enfermedades más comunes de nuestra época. Además, los alimentos en su estado natural vuelven a ser deliciosos, tal y como los creó la naturaleza.
Te animo a que emprendas este camino hacia lo natural, posiblemente una de las mejores decisiones que puedes tomar para ti mismo/a y para los tuyos.
Bibliografía
- Seminario Web de CNS: La evidencia científica sobre los aceites en práctica
- Seminario Web de CNS: Carbohidratos ¿amigos o enemigos?
- NutritionFacts.org: Azúcar
- NutritionFacts.org: Sal
- Moss, Michael. Salt, sugar, fat: how the food giants hooked us, 2013.

AROA FERNÁNDEZ FERRER
Codirectora del IVATENA
Codirectora del IVATENA. Naturópata higienista formada en distintas técnicas de desarrollo, mediación y crecimiento personal. Acompañante en procesos de cambio de hábitos y estilo de vida. Formadora especializada en alimentación energética y cocina saludable, vegana y vegetariana.
Un ambiente sano y libre de tóxicos
Hace más de treinta años cayó en mis manos el libro de Rachel Carson Primavera silenciosa. Escrito en los años sesenta del pasado siglo, alertaba ya del daño que causan los pesticidas y de sus dramáticas consecuencias. Fue la primera vez que leí acerca del peligro de usar DDT y otros productos químicos. Aprendí que lo más alarmante no es solo su toxicidad, sino también su capacidad para permanecer por mucho tiempo en nuestros organismos. El título hace alusión al silencio que empezó a observar en algunos lagos donde en primavera apenas había aves a causa de la contaminación de sus aguas. Esto me sobrecogió y quise saber más. Cuando lo leí no sabía que este libro inspiró el movimiento ecologista en EEUU.
Han pasado muchos años y desde entonces me he dedicado al estudio y divulgación de la salud geoambiental.
Cuando te asomas y ves de cerca lo que realmente hay detrás de lo que llamamos toxicidad ambiental pueden darte ganas de salir corriendo, pero ¿hacia dónde? Lamentablemente no hay lugar en el planeta en el que sentirse totalmente seguro.
Esta situación es bastante reciente, apenas hace sesenta años de la irrupción en nuestro día a día de un sinfín de sustancias químicas que son ajenas a nuestra biología y nuestro organismo no sabe qué hacer con ellas. Una de las grandes alertas es que muchas de ellas son disruptores endocrinos; es decir, se comportan como hormonas y por lo tanto alteran nuestro equilibrio hormonal.
Y ante esto ¿qué podemos hacer? Pues mucho más de lo que podéis pensar. Pero para poder actuar primero hemos de tener información.
Podemos actuar en nuestros hogares reduciendo significativamente una de las fuentes de tóxicos más perjudiciales si desechamos los habituales e innecesarios productos de limpieza y los sustituimos por vinagre, bicarbonato, limón, etc. También podemos prescindir de los detergentes y suavizantes que dañan nuestra piel, lavando nuestra ropa con jabón natural y añadiendo algunas gotas de aceite esencial y vinagre como suavizante. Usa en tu higiene corporal jabones y champús que no contengan química, también en la cosmética que uses tienes alternativas naturales, hay una pauta muy fácil “no te pongas en la piel nada que no te comerías”.
En cuanto a muebles, cada vez que incorpores un nuevo objeto a tu hogar, si no está certificado como libre de formaldehídos y otros COVs (compuestos orgánicos volátiles) intenta ventilarlo un par de días antes de usarlo. Esta medida también es conveniente con cualquier adquisición electrónica, ya sea un ordenador o una aspiradora, los primeros días, esos en que los objetos “huelen a nuevo” son los más dañinos.
La ventilación del hogar también evitará la acumulación de gas radón y la eliminación de las partículas en suspensión. Intenta evitar ambientadores químicos; puedes reemplazarlos usando aceites esenciales.
Cocina con utensilios saludables. Cada vez hay más conciencia sobre esto y es más fácil acceder a ellos. Intentan que tu comida no contenga pesticidas y sea lo más fresca posible. Evita los alimentos procesados.
Intenta vestir con tejidos naturales, en este sector aun nos tenemos que poner las pilas. La normativa es muy laxa respecto a la información que hay en las etiquetas de la ropa que usamos, y no nos indica nada sobre los tintes de la ropa ni la de la composición real, ya que la mayoría aditan microtejidos que no se reflejan en el etiquetado. Es muy importante lavar siempre la ropa antes de estrenarla. También es una medida saludable ventilar un par de días el calzado antes de estrenarlo.
En cuanto al electrosmog, que es como se define a la contaminación electromagnética a la que estamos todos sometidos, algo la mitigaremos si nos acostumbramos a quitar los datos de nuestros teléfonos móviles cuando no estemos esperando mensajes. Observar dónde llevamos la mayoría estos dispositivos, en bolsos y bolsillos que están muy cerca de órganos a los que la radiación continua no les hace bien. No dormir con el teléfono en la mesilla de noche y apagar el wifi en las horas nocturnas son pequeñas medidas que pueden aminorar los grandes perjuicios que estas radiaciones nos ocasionan. Evita usar auriculares inalámbricos.
Hay un sinfín más de medidas que podemos tomar, pero simplemente con implementar estas que os enumero estaremos favoreciendo que nuestra carga tóxica no rebase los limites en los que se pueda ver comprometida nuestra salud.
Es importante recalcar que, aunque la situación es crítica, tenemos que actuar con sentido común y no crear problemas donde nos los hay, el abordaje ha de ser con conciencia y sin miedo. No olvidemos que el miedo puede ser más tóxico que todo lo que os he enumerado.

ISABEL LLANO BLANCO
Codirectora del IVATENA
Naturópata con especialidad en estímulos naturales, higienismo, flores de Bach y tóxicos ambientales. Facilitadora de Constelaciones Familiares. Realiza talleres de Constelaciones. Especializada en Salud Geoambiental titulada por el Instituto para la Salud Geoambiental y la Escuela de Salud Integrativa. Imparte formación de Constelaciones, Salud Geoambiental y Estímulos Naturales.
Favorecer la salud: el objetivo de la Naturopatía
Nuestro organismo tiene una poderosísima capacidad para restablecer su equilibrio, y la labor de todo terapeuta y profesional de la salud es favorecer los procesos internos para fortalecer al organismo y potenciar esta capacidad para que triunfe sobre cualquier agresión externa. Esto es así tanto si hablamos de problemas de salud física como mental, emocional o energética.
Más importante todavía, aunque aún poco extendido como práctica, es la prevención y el fortalecimiento de la salud cuando no hay ninguna enfermedad aparente. Cuidarnos con los mejores alimentos, la mejor compañía y un ambiente sano y libre de tóxicos es fundamental para llevar una vida sana y con calidad de vida a lo largo del tiempo. Que cuidarnos se convierta en un hábito y un estilo de vida es esencial, no solo para evitar en un futuro posibles trastornos y enfermedades, sino sobre todo para vivir hoy con paz, armonía y salud.
En el IVATENA tenemos como objetivo que nuestros alumnos sean capaces de acompañar adecuadamente a los clientes hacia una vida más saludable. Si estás interesado en formate como profesional de las terapias naturales, te invitamos a que descubras nuestra formación integral de Naturopatía. Y si quieres saber más, no dudes en ponerte en contacto con nosotros. Antes de la matriculación realizaremos una entrevista previa para saber si esta formación se ajusta a tus necesidades.
Si quieres descubrir más sobre nuestra formación, temario, profesorado, etc. te invitamos a que descargues el dosier informativo.
Nota Importante. Ninguna terapia puede convertirse en sustituto del diagnóstico y tratamiento del médico o profesional de la salud cualificado. El Instituto Valenciano de Terapias Naturales ofrece alternativas complementarias y nunca sustitutivas y no se responsabiliza del uso o mal entendimiento de estas. En nuestro equipo todos los profesionales se mueven dentro de esta filosofía y jamás se exceden de sus funciones a la hora de trabajar con una persona, estando sus técnicas dentro de la legalidad y atendiendo a las personas que hayan sido diagnosticadas previamente por un médico, advirtiendo que el programa de salud es un complemento y que nunca sustituye a las normas establecidas por el profesional sanitario correspondiente.
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