Crece y florece: descubre tu propósito vital

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Cuando nos hablan de crecimiento personal solemos pensar que va a ser un proceso difícil y duro, que para superarnos tenemos que hacer un esfuerzo a menudo doloroso o desagradable, pero esta manera de crecer es solo una entre muchas, y aunque sin duda se da a veces en la vida, podemos escoger hacerlo de otra manera. Salir de la zona de confort siempre supone una cierta incomodidad para la mayoría de nosotros, pero cuando disponemos de las herramientas y recursos y tenemos claro el profundo beneficio de intentarlo, y cuando contamos con un grupo que nos comprende y nos apoya, la pequeña o gran incomodidad se hace mucho más manejable y ya no nos asusta tanto.

Una de las frases que caracteriza al Instituto es “No solo crezcas, florece”. Esta frase representa muy bien la esencia del Curso de Crecimiento Personal, que nos invita a ir más allá de lo que entendemos por crecer, que suele ser un proceso lineal y enfocado en uno mismo. Para nosotros, florecer representa el momento en que nos abrimos hacia el exterior y nos entregamos al mundo, poniendo al servicio de los demás nuestra experiencia, dones y talentos.

Una planta que solo crece pero no da flor, fruto y semilla se queda a mitad camino de su recorrido vital, y lo mismo pasa con las personas.

Es por eso que el proceso de crecimiento personal que te planteamos está enfocado no solo en crecer sino en florecer e incluso en dar frutos, sabiendo que tal vez tendremos que pasar por el proceso de sentirnos semilla y de ponernos en esa tierra que quizá no tenga todavía la fertilidad suficiente para apoyar nuestro crecimiento.

¿Y cómo dotamos a esa tierra de los abonos que necesita?

Los abonos pueden venir de cualquier lugar, aunque lo más habitual es que vengan de experiencias difíciles que hemos vivido, y estas experiencias se convierten en un abono fértil cuando soltamos las emociones negativas que nos lastran y reconocemos el aprendizaje que hemos logrado a través de lo que nos pasó.

En muchas ocasiones solo esto es necesario: un cambio de percepción que nos recoloque en la vida y que nos permita comprender que cada una de esas cosas duras y difíciles que hemos vivido, quizá ya desde la infancia o desde el embarazo de nuestras madres, son el abono y el caldo de cultivo para que nos desarrollemos como personas.

Mediante este proceso individual y grupal llegaremos a conectar con nuestra esencia, con la semilla que somos, y generaremos ese crecimiento que dará frutos, para sentirnos bien con nosotros mismos y, en última instancia, para sentirnos parte de la sociedad, colaborando de alguna manera que resulte significativa para nosotros, de una manera que solo nosotros conocemos. Esto aparece cuando descubrimos y cultivamos nuestro propósito de vida.

Cuando estamos conectados con nuestro propósito de vida surge una satisfacción personal muy grande, no solo por el propio crecimiento sino porque este crecimiento tiene un objetivo: que nuestra vida en este mundo sea de beneficio para los demás.

Este propósito está en muchas ocasiones asociado al trabajo que desempeñamos, pero puede ser también algo relacionado con nuestras relaciones, familia, hobbies, voluntariado…

El propósito vital es una de las claves con las que trabajaremos en el Curso de Crecimiento Personal. Para conocerlo y desarrollarlo nos conectaremos con aquello que se nos da bien, que puede servir a la sociedad y que nos puede dotar de recursos para tener una vida más equilibrada y satisfactoria.

En ocasiones la palabra “propósito vital” nos impone, haciéndonos creer que el propósito tiene que ser algo muy grande, algo que vaya a cambiar y transformar el mundo; sin embargo, en la mayoría de las ocasiones no se trata de algo así. Si acaso, el propósito vital tiene que ver con el propio crecimiento y desarrollo interior, más que con un proyecto ahí fuera. Los proyectos y objetivos que desarrollamos en el mundo exterior, cuando se dan, son un reflejo del propósito vital, de nuestro crecimiento interior.

Muchas personas van a reconocer que su verdadero propósito tiene que ver con aquello que ya hacen, con las pequeñas cosas de la vida que tal vez no están valorando, con las relaciones que ya tienen y que necesitan cuidar y dar la bienvenida con una sonrisa. Pero, sobre todo, de lo que la gran mayoría de personas que exploran por primera vez su propósito se dan cuenta es de que ya hay en ellos una o varias cosas que hacen con maestría y suma facilidad, que tienen un talento que no valoran porque para ellas es sencillo.

Es precisamente aquí donde radica la esencia de nuestro propósito vital. ¿Qué actividades desempeñamos en el día a día que no nos cuestan casi esfuerzo y se nos dan bien? Puede que se trate de actividades que pensamos que son fáciles para todo el mundo, pero seguramente vamos a descubrir que no es así. Por ejemplo, para una persona puede ser fácil tocar la guitarra; para otra, organizar y planificar eventos; para otra, escuchar y comprender la realidad del otro… y estos dones pueden desembocar en actividades como la música, la planificación de bodas, seminarios, retiros…, la terapia o la enseñanza… Hay tantas opciones como personas.

Una buena manera de descubrir estos dones y talentos que no reconocemos es preguntar a las personas de nuestro entorno. “¿Qué crees que se me da especialmente bien?”, “¿En qué destaco?”, “¿De qué podría ganarme la vida fácilmente?” son algunas preguntas que pueden orientarnos. A cuantas más personas preguntemos, mejor, y sobre todo si provienen de ámbitos diferentes (familia, amigos, compañeros de trabajo…), pues nos habrán visto desempeñarnos en diferentes áreas y contextos.

Cuando descubrimos cuál es nuestro propósito y logramos vincularlo con la labor que desempeñamos en la sociedad (a modo de trabajo remunerado, voluntariado u otras actividades), es entonces cuando se produce el maravilloso florecimiento del espíritu. Nuestra vibración se multiplica exponencialmente, pues nuestras acciones en el mundo están en consonancia con nuestros dones y talentos, y esta vibración multiplicada se alinea con la vibración del amor, alejando otras influencias de vibración más baja.

Realizar nuestro propósito de vida, sin importar cuál sea este, es la manera en que poco a poco, persona a persona, cambiamos el mundo.

Volviendo a la analogía con el mundo vegetal, al crecer y florecer, ofreciendo nuestros dones y talentos al mundo, estaremos teniendo la misma influencia que una fruta en su punto álgido de maduración. La fruta madura desprende etileno, la hormona que hace que cambie de color y desarrolle su aroma y sabor característico, y esta hormona a su vez hace que las otras frutas y verduras que están a su alrededor maduren más rápidamente. Una bonita imagen de lo que sucede cuando muchos de nosotros damos el paso hacia un crecimiento personal consciente, transformando nuestras experiencias en abono fértil y tomando el control de nuestra propia vida: no solo nos cambiamos a nosotros sino que creamos el mejor ambiente para que los demás también lo hagan.

Es con esta intención con la que ofrecemos el Grupo de Crecimiento Personal, sabiendo que crecer y florecer es una decisión que podemos tomar aquí y ahora, reinterpretando los sucesos de nuestra vida bajo un prisma de aceptación y creatividad, como abono para nuestra cosecha interior. Porque juntos llegamos más lejos.

¿Te apetece unirte a nosotros? Te esperamos.



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Terapeuta holística

Sofía virosque

Especialista en terapia emocional, energética y sistémica. Facilitadora de Constelaciones Familiares y de Círculos de Mujeres. Especialista en Niño Interior y en desbloqueo emocional. Síntesis energética y geometría sagrada. Trabaja con adultos y con niños.

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