Mis tres claves para disfrutar de la cocina

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Para mi, uno de los objetivos principales en la formación de Cocina vegetariana y saludable es que los alumnos aprendan de una forma amena y práctica a disfrutar de la cocina y que empiecen a concebirla como una forma de exploración, creatividad y autocuidado.

Cualquier cosa en la vida es susceptible de ser disfrutada, siempre que no sea algo impuesto desde fuera o que te tomas como una obligación. En el momento en que dejas de elegir lo que quieres hacer, hasta la actividad más placentera se convierte en una carga. Es por eso que para muchas personas la cocina ha dejado de ser un espacio de conexión para convertirse en una tarea pesada de la que no puedes escapar.

Aunque el hecho de que si quieres comer bien vas a tener que dedicarle algo de tiempo y mimo a la cocina es indiscutible, puedes cambiar la manera en la que te relacionas con esta realidad y de esta forma cambias una parte esencial de tu vida.

A no ser que puedas permitirte un chef particular que cocine saludable, ecológico, fresco y de temporada…, vas a tener que entrar en la cocina tú mismo, y ¡cómo cambian las cosas cuando lo haces desde el disfrute! Cocinar, en lugar de cansarte, te da energía. Te alegra y te motiva la curiosidad y el deseo de preparar algo nutritivo y sabroso para tus seres queridos y para la persona más importante de tu vida: tu mismo.

¿De qué manera puedes entonces cambiar tu manera de relacionarte con la cocina? Mis tres claves para que la cocina vuelva a ser un disfrute (y digo “vuelva” porque para la mayoría de nosotros, de niños, la cocina era una alquimia extraña y maravillosa en la que nos encantaba participar) son el conocimiento, la presencia y la creatividad. 

Conocimiento

Para desarrollar un hábito y que se quede profundamente arraigado en ti necesitas conocer sus beneficios. Pero no basta con conocerlos racionalmente, tienes que interiorizarlos e integrarlos, saber cómo te benefician a ti particularmente y de qué manera va a cambiar tu vida si desarrollas ese hábito. Tienes que poder visualizar la persona en la que te vas a convertir.

Por eso considero imprescindible adquirir unos conocimientos básicos en nutrición y descubrir cuán importante es el papel que juega la manera en que te alimentas en tu bienestar físico y emocional. En otros artículos en el blog hablo sobre la alimentación como medicina y también como aliada en la salud mental, así que si quieres saber más sobre ello, te recomiendo que les eches un vistazo.

Una vez eres consciente de lo enormemente beneficiosos que son los pigmentos de diferentes colores en las frutas y verduras (antocianinas en los frutos del bosque, licopeno en el tomate y la sandía, carotenos en la zanahoria, el boniato, la calabaza…) y cómo reducen la inflamación, contrarrestan la acción de los radicales libres (haciéndonos vivir más años y en mejor estado de salud) y te aportan bienestar en general, te alegrarás cuando encuentres estos alimentos de colores brillantes en el mercado y en tu nevera. Saber lo especial y beneficioso que es algo nos hace apreciarlo y disfrutarlo más.

A mí me sucedió con el huerto y las plantas en general. Cuando hice la formación de gestión forestal, hace bastantes años, aprendí mucho sobre los ciclos naturales y cómo todos los elementos del medio natural colaboran para que haya crecimiento y equilibrio. Este conocimiento me llevó a una nueva apreciación de las plantas, que hasta entonces habían sido unas extrañas para mí. Y cada vez que aprendía algo más sobre los procesos en los que están involucradas, crecía mi admiración y mi disfrute de ellas, hasta el día de hoy, que sigo cultivando (y cometiendo errores y aprendiendo de ellos) en mi pequeño huerto de balcón.

El conocimiento de la nutrición y de todos los mecanismos que participan en la salud (o en la enfermedad, en caso de una mala nutrición), te vuelve consciente y agradecido de tener un plato abundante, rico y variado, y te hace ponerle mucho más mimo a su elaboración.

Te hace añadirle hojas verdes, porque son inmensamente nutritivas; te invita a incorporar más legumbres en diferentes formas; te hace querer echarle cúrcuma a todo (hasta que te das cuenta de que todo sabe igual y tienes que contenerte con la cúrcuma)… En fin, el conocimiento te hace darte cuenta de lo importante que es alimentarse bien.

Eso sí, como decía antes, no puedes detenerte en los beneficios teóricos y a largo plazo, en la idea de que comer bien te ayudará a prevenir el cáncer o accidentes cardiovasculares, o a tener una mejor calidad de vida en la vejez. Esos beneficios no te sirven para motivarte porque no conectan con tu realidad aquí y ahora; son demasiado abstractos.

Lo que sí sirve es saber que después de una comida vegetal e integral, libre de alimentos inflamatorios, pesados, etc., te vas a sentir mejor al momento. Una alimentación correcta te aporta energía para dar lo mejor de ti el resto del día. Y en caso de que padezcas alguna enfermedad relacionada con una mala nutrición o que puede aliviarse o remitir con ayuda de la alimentación, la mejoría va a ser paulatina pero muy palpable, no lejana y abstracta.

Esto es a lo que me refiero cuando hablo de integrar los beneficios de la alimentación y la cocina en nosotros.

Presencia

Pero no solo porque algo sea bueno para mí voy a conseguir crear el hábito. En algunos casos con concienciarnos de ello basta, pero en muchos otros necesitamos ser capaces de sentir el placer mismo de la actividad, que la actividad te resulte placentera en sí misma.

¿Y cómo hago que algo que es bueno para mí me resulte placentero?

La clave está en la presencia. Cuando te involucras completamente en lo que estamos haciendo, prestándole toda tu atención, un nuevo tipo de placer te inunda. El placer de la acción en sí misma, del proceso de lo que estamos desarrollando.

El placer de no estar enredado en ningún pensamiento porque estás plenamente presente.

En yoga, por ejemplo, tu atención sobre el cuerpo te lleva a sentir placer por el movimiento, por el estiramiento, por la forma que tomas en las diferentes posturas (da igual lo mucho o poco flexible que seas). Si te ayudas de la respiración, siguiendo los patrones típicos del yoga, el acto de prestar atención se vuelve más necesario y también más fácil, ya que no es solo el movimiento lo que requiere nuestra presencia.

En la cocina, puedes practicar la presencia al elegir las verduras, lavarlas, cortarlas… Al sofreír y ver cómo los alimentos se van dorando poco a poco y cómo cambia el olor que desprenden… Al probar una cucharada, echar las especias, remover el guiso… Al emplatar, distribuyendo cada alimento de una forma bella y armoniosa… Al preparar la mesa y colocar a los comensales y los elementos de decoración (aunque estés solo/a).

Como ves, cada parte del proceso de cocinar puede ser usada como una meditación. Esa es la manera en que propongo a mis alumnos que se acerquen a la cocina, y es como yo misma me acerco a ella.

Un segundo motivo por el que cultivar la presencia es que la cocina te propone volver a tu cuerpo físico, algo que resulta fundamental cuando pasas muchas horas frente a pantallas. Muchos de los trabajos que tenemos en nuestra sociedad moderna (y también muchas propuestas de entretenimiento) tienen que ver más con lo mental que con lo físico. Aquí es donde la cocina se convierte en tu gran aliada. Después de todo un día sentados en la oficina o hablando con otras personas, hacerte presentes en el acto físico de la cocina te devuelve el tan necesario equilibrio.

Puede que te tiente, sobre todo si siempre te hemos dicho que cocinar “no es lo mío”, introducir algún elemento que te distraiga, como la televisión, el móvil, una llamada, un podcast… Todo para no tener que estar presentes en eso que no deja de ser “una obligación”. Y aunque esto puede funcionarles a algunas personas, o a ti en determinados momentos, la magia de la cocina es mucho más poderosa si permites que entre en ti, sin nada más que compita por tu atención.

Cuando te enfocas en estar presente a la hora de cocinar podrás ver que la cocina se convierte en un espacio donde nacen algunas de tus mejores ideas. Los procesos mecánicos (cortar, pelar, trocear…) hacen que tu cerebro esté libre para revisar el día, imaginar, considerar algo que ha leído… y genera nuevas conexiones, que no son posibles si estás todo el rato inmerso en el ruido.

Al estar presente en lo que haces, sea cocinar, lavar los platos o sacar al perro a pasear, surge el placer de forma sencilla y natural.

Creatividad

Si simplemente cocinas para “salir del paso” y porque algo tienes que comer, repitiendo las mismas recetas de siempre porque son fáciles y gustan, es normal que acabes aburrido y sin ganas de cocinar.

En cambio, cuando permites que la cocina sea un espacio para expresar tu creatividad, esta se convierte en una fuente de energía. El ser humano es creativo por naturaleza y le encanta tener la oportunidad de probar algo nuevo y expresarse, así que, ¿por qué no alinearte con tu esencia y ser creativo también en la cocina?

A mí desde siempre me ha gustado ojear libros de cocina de toda clase, tanto nuevos como antiguos, de cocina mediterránea o exótica, de chefs famosos o de desconocidos. De los libros saco recetas, ideas e inspiración para después poder elaborar algo por mí misma. Nada de lo que cocino lo he inventado yo: todo son combinaciones y recombinaciones de recetas que un día me encantaron.

Ser creativo es combinar diferentes ideas que aparentemente no tenían mucho que ver pero que, cuando las juntas, producen algo nuevo y maravilloso.

Ser creativo es también ponerse retos. Salirse del marco de lo que me resulta cómodo para probar algo nuevo que no sé cómo resultará.

Algo con lo que me encanta experiementar y que supone un reto para mi es convertir platos tradicionales en vegetarianos o veganos; hacer postres sin azúcares añadidos; fusionar recetas de toda la vida con platos o alimentos exóticos; cambiar completamente las especias o la salsa y crear un plato diferente; intercambiar algún ingrediente menos saludable por otro que sí lo sea; usar verduras de temporada o lo que tenga en ese momento en la nevera; incorporar alimentos menos típicos, como las algas, a algún plato tradicional…

Los retos que a mí me motivan no tienen por qué motivarte a ti, pero pueden ser una inspiración para que te plantees qué te gustaría hacer en la cocina. Por ejemplo, tengo una alumna a la que le motiva emplatar de formas variadas y diferentes, y cada vez prepara el plato de una manera: en fuente, como base de otro plato, en tartar, cortado con mandolina o a daditos…

Para muchas personas, entre las que me incluyo, el disfrute de ser creativo empieza por probar una receta que no han hecho nunca, aunque sea siguiendo las directrices de otra persona que la ha hecho antes que nosotros. Aquí también hay creatividad, porque estamos cambiando lo rutinario por algo diferente y tal vez desafiante, así que, si ese es tu caso, anímate a variar los menús. Hasta ahora te has sentido cómodo/a con ellos, y eso está bien, pero ¿no sería fantástico probar algo totalmente distinto? (por ejemplo, un timbal de brócoli con bechamel de avellanas, o una deliciosa sopa thai vegana).

Quizá encuentres tu nuevo plato favorito o quizá sea un fiasco, pero esa incertidumbre es la chispa de la vida en la cocina.

Conclusión

Te he compartido tres claves que te ayudarán a cambiar la manera en que te relacionas con el acto de cocinar.

La primera de esas claves es el conocimiento: saber de qué manera te beneficia cocinar y alimentarte de forma saludable, en sintonía con las estaciones y con tu propio cuerpo. Cuando aprendemos sobre nutrición, los alimentos dejan de ser simplemente “un pimiento” o “una zanahoria” y se convierten en fuentes de salud. Saber que el pimiento rojo está lleno de vitamina C o que la zanahoria nos provee de caroteno, el precursor de la vitamina A, nos hará buscar maneras de introducirlo en nuestros platos.

Saber también el importantísimo papel que juega la nutrición en la salud, sobre todo en la sociedad occidental, donde tantas enfermedades crónicas se deben a esta, te hará más conscientes aún del beneficio de cocinar y alimentarte bien. Pero es importante que consideremos el beneficio a corto plazo, porque la idea de reducir el riesgo de cánceres del aparato digestivo en un 20-30%(1) no es algo que nos motive aquí y ahora; en cambio, sentirte mejor, tener más energía, aliviar los síntomas de una enfermedad o incluso revertirla, sí que es algo que puede motivarte.

La segunda clave es la presencia. Cuando estás plenamente presentes en una actividad, apreciando todos los detalles y los procesos involucrados, entras en un estado de conexión y fluyes fácilmente. Este tipo de presencia puedes dirigirla al acto de cocinar, y para ello suele ser buena idea prescindir de distracciones como el móvil o la televisión. Lo que buscamos es poder atender a lo que estamos haciendo, los alimentos en nuestras manos o en la sartén.

Cocinar resulta un acto mecánico la mayoría de las veces, que involucra el movimiento de nuestro cuerpo y nuestras manos. Esto es también enormemente positivo si pasas muchas horas frente a una pantalla o si tienes un trabajo muy mental y/o emocional, como es tratar con personas. Cocinar te ayuda a habitar de nuevo tu cuerpo y a liberar la mente para que discurra creativamente en la dirección que quiera.

Por último, menciono la creatividad. Cuando te acercas a la cocina con la intención de crear, en lugar de como una obligación, se te abren cientos de posibilidades para estimular tu paladar con los sabores, olores, texturas… Para dar rienda suelta a la creatividad puedes inspirarte en las recetas de otros y ponerles tu toque personal, o puedes ponerte retos como transformar un plato tradicional incorporando algún ingrediente exótico.

Lo importante es estar abierto a hacer las cosas de manera diferente y, por supuesto, a equivocarte. A que no salga tan bueno como te habías imaginado, tal vez, pero te dé una idea para probar algo diferente a la próxima. A que cada comida sea única, porque no la has preparado de forma mecánica, siguiendo unas instrucciones escritas en piedra, sino con amor.

Cualquier actividad puede ser transformada en una fuente de goce y disfrute. Lo que hace que cambie de ser una “obligación” a algo que quieres hacer, porque te hace bien, porque te da placer y porque te permite expresarte, es tu disposición interna.

Espero que estas pequeñas claves te inspiren y te animen a ver la cocina de otra manera.

Y si lo que te he contado te ha resonado y quieres empezar este camino acompañado/a y con la confianza de unas buenas bases teóricas y prácticas, aún estás a tiempo de apuntarte a la formación anual de Cocina vegetariana y saludable.

En la formación aprenderás a nutrirte de forma saludable y consciente, poniendo amor y consciencia al acto de nutrirte y de cocinar. Todos cocinamos todo el tiempo, de modo que tenemos una experiencia muy cercana y práctica de lo que es la cocina. Además lo hacemos en buena compañía, intercambiando recetas, consejos culinarios y risas.

La formación de Cocina vegetariana y saludable es la primera que creé, con la que llevó ya más de diez años, y cada grupo es diferente. Me apasiona ver la evolución de las personas y los cambios de los que son capaces en sí mismas y en los que les rodean.

Así que, si quieres adentrarte en este apasionante viaje de autoconocimiento y reencuentro con el disfrute de cocinar, te animo a que te unas. Concentaremos una entrevista para saber si la formación es para ti ahora.


Referencias

(1) Zhao, Yujie et al. “The Relationship Between Plant-Based Diet and Risk of Digestive System Cancers: A Meta-Analysis Based on 3,059,009 Subjects”. Front Public Health. 2022 Jun 3;10:892153.


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Codirectora del IVATENA

Aroa Fernández Ferrer

Cofundadora del IVATENA, al frente del proyecto NEAC y de AROA FERNÁNDEZ. Naturópata higienista formada en distintas técnicas dentro de las terapias naturales, como el Rebirthing y las Constelaciones Familiares. Formadora y acompañante de procesos personales. Mediadora familiar, civil y mercantil.

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