La alimentación emocional: ¿sabes cómo te afecta?

Oct 16, 2020

No siempre comemos solo para satisfacer el hambre física. La mayoría de las personas, con mayor o menor frecuencia, también recurrimos a la comida para reconfortarnos, aliviar el estrés o para recompensarnos: a esto es a lo que llamamos alimentación emocional. Y cuando lo hacemos, tendemos a preferir la comida basura, los dulces y otros alimentos altos en calorías pero vacíos de nutrientes. Es común comer una tarrina de helado cuando nos sentimos deprimidos, pedir comida a domicilio después de un largo día de trabajo o picotear entre horas barritas energéticas cuando estamos estresados.

La alimentación emocional se da cuando sentimos el impulso de alimentarnos para sentirnos mejor, para llenar una necesidad emocional en lugar de llenar el estómago. La alimentación emocional no soluciona los problemas que podamos tener, y en muchas ocasiones nos puede hacer sentir peor, ya que nos hace comer en exceso alimentos poco saludables.

Cuando el hambre emocional acecha, el tipo de alimentos que ingerimos suelen ser hidratos de carbono simples (azúcares, bollería industrial, galletas, refrescos, cereales de desayuno, postres lácteos y otros procesados), así como también grasas poco saludables (queso y otros lácteos, alimentos procesados como la pizza, etc.). El acto de la alimentación emocional desencadena un ciclo de respuestas inconscientes y emociones del que en ocasiones puede resultar difícil salir.

De vez en cuando, usar la comida como un estímulo, una recompensa o para celebrar no es algo malo. Pero si comer se convierte en nuestro principal mecanismo de defensa, si el primer impulso es abrir el refrigerador cada vez que nos desbordan las emociones (estrés, enfado, tristeza, cansancio…), esto desemboca en un ciclo poco saludable en el que el verdadero sentimiento o problema queda enterrado. El hambre emocional no se puede llenar con comida. Comer puede hacernos sentir bien en el momento, pero los sentimientos que desencadenaron la comida seguirán ahí, y a menudo después del atracón nos sentimos peor que antes, nos castigamos por «sucumbir a la tentación» o por no tener más fuerza de voluntad.

Es posible que nuestro hábito de alimentación emocional nos cause también un aumento de peso y que, debido al tipo de comida ingerida, nos provoquen subidas y bajadas de azúcar, que a su vez tienen repercusiones directas sobre nuestro humor. Podemos sentir frustración o impotencia y creer que no tenemos control sobre nuestros actos, que el hábito del hambre emocional nos supera.

El ciclo del hambre emocional puede cortarse, y nosotros somos más poderosos que cualquier pensamiento o impulso que nos pase por la cabeza. Para algunas personas esta comprensión es repentina y definitiva, mientras que para otras es necesario que desarrollen paso a paso la paciencia, la compasión y la comprensión de sí mismas. Sea cual sea tu camino, es perfecto tal y como es.

alimentación emocional: A qué debo estar atento

El vacío emocional es un sentimiento de insatisfacción, infelicidad e incoherencia. Es hacer cosas que no queremos hacer, estar en situaciones en las que no queremos estar, intentar llenar nuestro tiempo con todo tipo de actividades para no tener que pensar. Cuando sentimos que nos falta algo, lo que hay detrás es un vacío emocional. Se manifiesta a través de la ansiedad, el estrés, el hambre y la insaciabilidad en todos los aspectos. Ese vacío emocional se manifiesta también a través de la alimentación emocional. Comer nos proporciona una satisfacción inmediata, aunque poco duradera, que nos da la sensación de que estamos llenándonos por dentro.

¿Cómo saber si me estoy alimentando emocionalmente?

Hay una serie de comportamientos clave que nos ayudarán a distinguir el hambre real de la alimentación emocional, que responde a la necesidad de llenar un vacío a otro nivel.

Con el hambre emocional necesito comer aunque no tenga un hambre fisiológica, por lo que no escucho el ruido de fluidos gástricos, que es habitual en el hambre real. Suele aparecer de repente, no de forma gradual. Cuando como, además, lo hago compulsivamente, sin masticar lo suficiente y sin saborear los alimentos, por lo que la saliva no puede intervenir adecuada-
mente en el proceso digestivo. Esto, sumado a la ingesta desmedida de alimentos, y a que estos suelen ser de alto índice glucémico, hace que las digestiones sean pesadas. Después de la comida me siento mal anímicamente o me siento
culpable. Puedo justificarlo diciendo algo así como «Total, por un día» o «Me lo merezco». El tipo de alimentos que tomo son generalmente procesados, muy calóricos o comida rápida. Puede desembocar en problemas de peso.

Por el contrario, el hambre real aparece porque «me lo pide el cuerpo», de forma gradual, y tengo un mayor control de lo que ingiero y cuánto ingiero. No siento culpa ni tengo que justificar nada, como porque le hace bien a mi organismo. Los alimentos que predominan son frescos, variados y cocinados, los mastico bien, los degusto y los saboreo. Después de comer, me siento bien anímicamente y la digestión es más ligera. Estoy saciado pero no lleno.

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El cuestionario de la alimentación emocional

Otra forma de saber si comes emocionalmente es contestando a las siguientes preguntas:

  1. ¿Te sientes fuera de control cuando ves comida apetecible?
  2. ¿Sientes que no puedes parar cuando empiezas a comer?
  3. ¿Te resulta difícil dejarte comida en el plato?
  4. ¿Tienes tanta hambre que no puedes controlarte?
  5. ¿No puedes saciarte con facilidad?
  6. ¿Hay días en que no puedes pensar en nada más que en comida?
  7. ¿Te recompensas habitualmente con comida?
  8. ¿Te hace sentir seguro, protegido, la comida?
  9. ¿Comes para sentirte mejor (para calmarte cuando estás triste, enfadado, ansioso, aburrido…)?
  10. ¿Comes cuando te sientes estresado?

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Espero que la guía te guste y que te ayude a comprenderte mejor y a dar un primer paso hacia una relación más saludable con los alimentos y con tus emociones.

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En NEAC: Nutrición Emocional y Alimentación Consciente estudiamos con un enfoque holístico los procesos de las personas. Observamos al ser humano como un todo indivisible, en el que conviven armoniosamente el cuerpo físico, mental, emocional y energético, y desde este enfoque trabajamos con hábitos que pueden resultar problemáticos, como el de la alimentación emocional, para darles una solución acorde a las necesidades únicas de cada persona.

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Nota Importante. Ninguna terapia puede convertirse en sustituto del diagnóstico y tratamiento del médico o profesional de la salud cualificado. El Instituto Valenciano de Terapias Naturales ofrece alternativas complementarias y nunca sustitutivas y no se responsabiliza del uso o mal entendimiento de estas. En nuestro equipo todos los profesionales se mueven dentro de esta filosofía y jamás se exceden de sus funciones a la hora de trabajar con una persona, estando sus técnicas dentro de la legalidad y atendiendo a las personas que hayan sido diagnosticadas previamente por un médico, advirtiendo que el programa de salud es un complemento y que nunca sustituye a las normas establecidas por el profesional sanitario correspondiente.

AROA FERNÁNDEZ FERRER

AROA FERNÁNDEZ FERRER

Codirectora del IVATENA

Codirectora del IVATENA. Naturópata higienista formada en distintas técnicas de desarrollo, mediación y crecimiento personal. Acompañante en procesos de cambio de hábitos y estilo de vida. Formadora especializada en alimentación energética y cocina saludable, vegana y vegetariana.

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