La ansiedad como camino

Abrimos los ojos al despertar y allí está ella, fiel compañera, reemplazando la labor de buenos amigos y parejas. Nos acompaña a hacer la compra sin rechistar, come a nuestro lado en la mesa e incluso se ducha con nosotros. Por la noche, no nos deja dormir, contándonos sus historias, hasta que Morfeo nos abraza y caemos rendidos. Es curioso lo mucho que nos aprecia y, sin embargo, en que poca consideración la tenemos a ella, rechazándola y haciéndola nuestra enemiga, clamando al cielo para que desaparezca. Sin lugar a dudas, la ansiedad es la más fiel compañera que tenemos numerosas personas.

Por supuesto, aquí un servidor ha “disfrutado” de los preciados regalos de la musa del miedo desde bien niño. Durante muchos años no encontré sentido a mi situación, estando sumido en la confusión que genera no saber qué te está pasando y viviendo mi realidad bajo los efectos que provoca la ansiedad, repercutiendo esto en mis relaciones con los demás y conmigo mismo de manera considerable. No entendía el porqué de esas crisis nerviosas y esos miedos, me sentía impotente, pues yo no había escogido eso, al menos no de forma plenamente consciente, y la vida debía ser perversa y mezquina al hacerme vivir tal experiencia, por lo que estaba muy enfadado y descorazonado.

No obstante, un día algo hizo “clic” en mí. Abrí la opción en mi corazón a que aquella experiencia fuese en realidad sanadora, a que fuese un mensaje a gritos que alguien estaba enviándome desde mi interior, esperando a que lo escuchase y lo entendiese. Esta opción requería la inversión completa de mi sistema de pensamiento y, por consiguiente, de mi actitud y mis hábitos. Esta elección requería la escucha y no la lucha, la comprensión y no el rechazo, la aceptación y no la negación. Requería mirar a mi interior y entender que aquello existía para enseñarme algo; que la vida me ofrecía esa experiencia para aprender cosas que de otra forma no aprendería. Cosas, todas ellas, en clave de mi crecimiento personal y conciencial.

A partir de entonces fui descubriendo técnicas y métodos en coherencia con mi nuevo paradigma, terapias de tratamiento holístico que actúan en la raíz del desequilibrio en lugar de en el síntoma, y así, poco a poco, fui probando (y sigo haciéndolo) en mí mismo los resultados de estos cambios de vida y mentalidad.

Todo lo que nos trae la vida, sea lo que sea y sin etiquetas mentales, nos hace crecer como seres humanos si estamos dispuestos a vivirlo y a escuchar. La ansiedad, por supuesto, no es una excepción, sino un camino que podemos andar, bien sea con los ojos abiertos o con los ojos cerrados. Nuestra es la elección.

Christian Gilaberte Sánchez