La revisión personal (NEAC)

Sep 27, 2022

Este artículo es un poco distinto, sin palabras clave ni subtítulos que lo organicen pulcramente. Es simplemente una reflexión que comparto contigo desde mi imperfecta humanidad. Espero que te sirva.

Puede que pienses que todo lo que te sucede tiene algún significado, o tal vez creas que las cosas se dan siguiendo la lógica causal y ya está. Yo no sé cuál es la respuesta, pero lo que sí que pienso es que todo puede ser aprovechado para crecer como persona, tanto lo bueno (lo que te sucede y está de acuerdo con tus expectativas y deseos) como lo malo (lo que parece que va en tu contra). Y para ello, es importante ser capaz de hacer una buena revisión personal.

Esta es mi filosofía de vida y mi filosofía como terapeuta, y es también algo que comparto tanto en mis formaciones como en consulta. No es la panacea, porque la vida no va a dejar de doler, pero sí es una manera de cultivar la resiliencia, la capacidad de sobreponerse a los problemas y salir fortalecido de ellos, como la planta a la que le cortan una parte del tallo y rebrota por otros dos sitios, se ensancha y crece mucho más gracias a la pérdida que ha sufrido.

Desde luego, no siempre es necesario sufrir pérdidas para crecer y aumentar nuestra resiliencia, pero sí que hay cierto elemento de incomodidad, de salir de la zona de confort, que nos empuja a expandirnos para abarcar más de lo que estamos acostumbrados. También aquí se aplica lo que te voy a contar hoy sobre la revisión personal.

La revisión personal, dicho de forma muy simple, consiste en mirarse a uno mismo. Así dicho puede parecer simple, pero lo cierto es que mirarse auténticamente requiere valentía, esfuerzo y perseverancia, y suficiente comprensión de la naturaleza humana como para no caer en el autoengaño. Requiere ser capaz de ver más allá de la ilusión en la que vivimos y de tomar cierta perspectiva. Requiere también ser muy honesto contigo mismo y ser capar y reconocer tus sombras, los motivos reales por los que haces las cosas (y no juzgarte por ello).

Y requiere también que cultivar tu capacidad de atención, pues solo es posible actuar sobre aquello en lo que pones atención. Carl G. Jung, el famoso psicoanalista suizo de mediados del siglo pasado, decía que “Lo que no se hace consciente se manifiesta en nuestras vidas como destino”. Poner atención sobre algo es llevarlo a la consciencia, detener la inercia por la que te dejas llevar (todo tu bagaje, patrones conductuales, hábitos, ideas preconcebidas…) y elegir aquí y ahora cómo actuar, quién quieres llegar a ser.

Una práctica que ayuda enormemente a cultivar la capacidad de atención es la meditación. Puede ser una meditación formal, sentado y en silencio, o también una meditación centrada en habitar el momento presente, basada en observar lo que ves y lo que sientes. Yo medito a menudo con la cocina, estando muy presente en cada tarea (pelar patatas, cortar cebollas) y también en mi pequeño huerto urbano, observando las plantas y reconociendo su estado (si necesitan agua, más luz, un poco de poda…).

Meditar es elegir a lo que prestas atención, y es un hábito que ayuda a poder poner conciencia en otros momentos de la vida y por tanto a mirarte y a revisarte.

Ahora que la atención está en el lugar correcto, ¿cómo puedes revisarte?

No sé lo que te funcionará a ti, pero te voy a compartir lo que yo hago para revisarme.

Lo primero de todo es que me dejo espacio para mí misma, pero no cualquier tipo de espacio: espacio de introspección, sin tareas ni distracciones. Me gusta llegar al trabajo con tiempo y dedicar esos primeros momentos a pensar y hacerme preguntas. Me pregunto cómo me siento, si hay algo que me preocupa, cómo estoy con mis relaciones…

Me suelo preguntar incluso si soy feliz. Me he dado cuenta de que la respuesta suele ser “sí”. En general es más común cuanto más presente estoy en mi propia vida, cuando no estoy rumiando sobre el futuro o anclada al pasado, cuando puedo disfrutar plenamente del aquí y el ahora.

En ese momento de introspección también repaso conversaciones que he tenido y situaciones que he vivido, sobre todo cuando he notado que algo ha cambiado en mi estado de ánimo. Si he estado con alguien y me he puesto triste o me he enfadado, intento encontrar qué ha sido lo que ha provocado ese cambio en mí. Qué he interpretado (o malinterpretado) de lo que ha dicho la otra persona, si hay algo que ha superado un límite personal, si me ha hecho recordar una situación que me ha dolido en el pasado…

Intento colocarme en una posición neutral y ver objetivamente qué ha sucedido. Desde luego, la objetividad perfecta no existe en el ser humano, pero si la balanza siempre se inclina hacia una preocupación excesiva por nosotros mismos y nuestra perspectiva de la vida, ayuda mucho intentar imaginar desde dónde la otra persona ha dicho o hecho eso que a mí me ha dolido. Muchas veces comprender esto ayuda a actuar con más tolerancia y menos reactividad emocional.

Soy un ser humano y por ende no soy perfecta: me equivoco constantemente. El único bálsamo que he encontrado que de verdad alivia este conflicto entre lo que soy y lo que me gustaría ser es la honestidad, conmigo misma y con los demás, y cuando me doy cuenta de que he cometido un error intento subsanarlo.

En eso consiste precisamente el crecimiento personal, en atreverse a ser humano, con todos nuestros errores, juicios y faltas, y en tener el valor de aceptarlos, exponerlos y rectificar. Nos vamos a equivocar una y otra vez —yo me equivoco todos los días, y me tropiezo más de una y de dos veces con la misma piedra—, pero lo más importante es lo que eliges hacer después de equivocarte: hacer como que no ha pasado nada o aprovecharlo como una oportunidad para seguir creciendo.

Algo que a mí me resulta esencial en esta revisión personal es el acompañamiento de otras personas. Tengo la suerte de estar rodeada de personas bellísimas, y muchas de ellas son terapeutas o psicólogas, y otras muchas son simplemente personas sabias y experimentadas en la vida.

Lo que esas personas pueden ofrecer es una mirada amorosa (y en el caso de los terapeutas, una mirada terapéutica, que reconoce el trasfondo de lo que les estamos contando) y un espejo no muy distorsionado (es decir, más objetivo, que refleja con exactitud en lugar de mostrar más de la otra persona que de nosotros mismos).

No existe el espejo perfecto, al menos para el común de los mortales, y por esa razón debemos buscar nuestro reflejo en varias personas distintas. Tanto en personas que piensen como nosotros como otras que nos aporten una visión diferente; personas con las que congeniemos más y con las que quizá no tanto; personas que sean expertas en unos campos diferentes a los nuestros… De todos esos puntos de vista se pueden sacar conclusiones, como una especie de “triangulación” de nosotros mismos, usando cómo nos ven los demás de referencia.

Y para que este acompañamiento sea efectivo es necesario que seas honesto. Repito aquí la importancia de la honestidad. Ser honesto implica no guardar secretos ni avergonzarte de los fallos que has cometido, atreverte a exponer aquello que no has hecho bien, sabiendo que esa imagen de perfección que tal vez hayas querido mostrar va a tambalearse. Y está bien, y eso te hace humano. No eres menos perfecto por el hecho de cometer errores: al contrario, esos errores te humanizan y te vinculan con el otro desde tu autenticidad.

Por supuesto, también acudo a terapia, con diferentes profesionales y desde diferentes perspectivas. Cuando trabajas acompañando a personas es imprescindible conocerte primero bien a ti mismo y que otros te ayuden a identificar tus distorsiones.

Para finalizar, quiero enfatizar que la revisión personal es un acto de valentía.

Vas a ver cosas que no te gustan, errores que cometes, juicios que haces, comentarios que hieren a otros… Y quizá no quieras mirar más. Es tentador vivir “en piloto automático” y pensar que lo que me sucede es responsabilidad de otros o de la sociedad.

O quizá lo que pase es que empieces a mortificarte y quieras cambiarlo todo en ti, porque hay algo que está mal, o todo está mal.

Lo que la revisión personal implica, desde donde yo la vivo, es una profunda aceptación de quienes somos: seres humanos, imperfectos, llenos de patrones, traumas y juicios… y también capaces de crecer y madurar hasta el último día de nuestras vidas.

La revisión personal es un equilibrio entre la aceptación de tus flaquezas y la valentía de ser crítico y estar dispuesto a aprender de tus errores. El resultado del ejercicio no es la perfección, sino solo estar en paz siendo tú mismo.

Nota Importante. Ninguna terapia puede convertirse en sustituto del diagnóstico y tratamiento del médico o profesional de la salud cualificado. El Instituto Valenciano de Terapias Naturales ofrece alternativas complementarias y nunca sustitutivas y no se responsabiliza del uso o mal entendimiento de estas. En nuestro equipo todos los profesionales se mueven dentro de esta filosofía y jamás se exceden de sus funciones a la hora de trabajar con una persona, estando sus técnicas dentro de la legalidad y atendiendo a las personas que hayan sido diagnosticadas previamente por un médico, advirtiendo que el programa de salud es un complemento y que nunca sustituye a las normas establecidas por el profesional sanitario correspondiente.

AROA FERNÁNDEZ FERRER

AROA FERNÁNDEZ FERRER

Codirectora del IVATENA

Codirectora del IVATENA. Naturópata higienista formada en distintas técnicas de desarrollo, mediación y crecimiento personal. Acompañante en procesos de cambio de hábitos y estilo de vida. Formadora especializada en alimentación energética y cocina saludable, vegana y vegetariana.

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