En prácticamente todos los tratados actuales que hay sobre los fundamentos de la vida natural lo primero que se señala es lo alejadas que están las personas de lo que les ofrece el entorno en el que viven. Desde hace milenios el ser humano ha vivido en gran armonía con los diversos ritmos de la naturaleza. Al objeto de asegurar su supervivencia, observaba con atención todo lo que le rodeaba y decidía lo que utilizaba para resolver sus necesidades sin ni siquiera preguntarse sus causas. También dedicó atención a las relaciones recíprocas entre lo que observaba y el momento de la observación, teniendo en cuenta el día, el mes, la estación, la posición del sol, de la luna, de las estrellas. El sentido agudizado, la lucidez, la observación exacta de la naturaleza hicieron de nuestros antepasados unos verdaderos maestros del «momento oportuno».
Con la revolución industrial se mecanizó la producción, se produjo un éxodo rural masivo y se congregó la mayor parte de la población en las ciudades. La técnica y la medicina modernas aportaron mejoras y avances en muchos ámbitos de nuestras vidas (solo hay que observar la evolución de la esperanza de vida: de los 42 años de media en España en 1910 a los 83 actuales), a la vez que impulsaban la expectativa de poder solucionar todos los problemas y que creaban otros tantos asociados al ritmo de vida hiperactivo e hiperconectado, la contaminación y la desconexión de la naturaleza, entre otros factores.
Casi todos somos conscientes de los grandes logros de la ciencia, pero la gran mayoría de nosotros desconocemos todo lo que nos ofrece la naturaleza, cómo nos afectan sus estímulos y cómo podemos emplearlos para provocar reacciones beneficiosas en nuestro organismo, tal y como hacían nuestros antepasados. En realidad, estar sano y recuperar la salud cuando nos falla no es difícil, al menos no en la mayoría de los casos, cuando observamos a tiempo los síntomas con los que nuestro cuerpo nos avisa.
La naturaleza y sus estímulos juegan un papel determinante en nuestro bienestar. Si agudizamos de nuevo nuestra atención frente a ella, podremos volver a recibir sus estímulos más positivos y encontrar el equilibrio.
Vivir en equilibrio no significa, de ningún modo, obedecer ciegamente a todo lo que vamos a enumerar ni encorsetarnos en un calendario rígido de «hábitos saludables». Lo saludable es experimentar por nosotros mismos y escucharnos, hacer aquello que a nosotros nos va bien y practicar la flexibilidad en todos los ámbitos de nuestra vida.
La guía que os ofrecemos aquí como descarga gratuita está basada en los apuntes de nuestra formación de Naturopatía. En ella descubriremos de qué manera los estímulos naturales nos afectan y observaremos de cerca tres de ellos, de entre la infinidad de estímulos por los que estamos rodeados: el bosque, el mar y el vapor de agua.
Pero, primeramente, queremos resaltar un órgano de nuestro cuerpo que resulta indispensable para todos los procesos de los que vamos a hablar. Este es la piel.
La piel, un órgano clave para la salud
Al hablar de salud natural, la piel merece una mención especial, ya que es el principal órgano por el que actúan fundamentalmente casi todos los agentes naturales: la arcilla, el aire, el clima, el sol, el mar, la hidroterapia… La piel es el
órgano más extenso del cuerpo. Nos protege y nos comunica con el medio externo a través de los nervios, vasos sanguíneos y los poros, y es por lo tanto es el órgano más importante de intercambio de materias. Es preciso cuidar la piel y estimular su funcionamiento de manera constante, y especialmente cuando el individuo enferma.
Es indispensable que, tanto por vía pulmonar como por vía cutánea, la sangre se sature del oxígeno del aire; esta es una de las primeras leyes de la salud plena. Sin embargo, la mayoría de nosotros vivimos en ciudades con aires polucionados,
gran parte de nuestra piel está cubierta por vestimenta y pasamos la mayor parte del tiempo dentro de edificios.
Cuanto más salgamos a la naturaleza, nos desvistamos y aireemos nuestra piel y respiremos a fondo más saludables nos encontraremos. Se equivocan quienes buscan calor con abrigos exagerados: el aire frío fortifica la piel y le procura al organismo el calor que precisa. Al vestirnos demasiado lo que hacemos es debilitarnos. La doble función de aspiración y espiración de la piel se hará normalmente cuando haya circulación activa de la sangre. Estas funciones se estimulan cuando elevamos la temperatura del cuerpo mediante el ejercicio, la luz solar, el aire caliente, el vapor… En cambio, se debilitan con la falta de aire y con el aire viciado de las habitaciones cerradas, el sudor frío, el exceso de abrigo, el mal uso del agua caliente y de la calefacción…
Cuando los misioneros europeos obligaron a los habitantes nativos africanos a vestirse, aparecieron en ellos enfermedades pulmonares. Y es que el mejor vestido es una piel fuerte y transformada por los agentes atmosféricos. Por lo tanto, activar la normal circulación de la sangre por medio de un calentamiento y enfriamiento metódico (en hidroterapia o sauna fitoterapéutica) es para nuestro estilo de vida occidental una verdadera necesidad: cuantas más impurezas haya en nuestra sangre, más necesidad de procurar su salida a través de la piel. Los cambios atmosféricos tienen una importancia capital sobre todo lo que vive, plantas, animales y seres humanos por igual. No deberíamos sustraernos a estos cambios, sino más bien endurecernos con ellos, siempre de forma racional. Cuanto más expongamos a los niños y jóvenes a los cambios atmosféricos y les demos la oportunidad de aire libre más fuerte será su constitución nerviosa y su salud. La sabiduría popular nos dice «Donde no entra el sol, entra el doctor».
Y sobre el sol queremos compartir contigo una pequeña clave:
¿Recibes suficiente vitamina D? La vitamina D resulta fundamental en numerosos procesos de nuestro organismo. En aquellos climas con abundante sol es fácil obtener suficiente, aunque todo dependerá del estilo de vida de la persona: el sedentarismo y el trabajo dentro de la oficina pueden impedirnos adquirir toda la que necesitamos. Veinte minutos al día de exposición al sol es suficiente, pero si no tenemos acceso al sol, podemos tomar diariamente un suplemento de 2000 IU con la comida principal del día.
Si quieres saber más sobre salud natural y los recursos que la naturaleza pone a nuestra disposición, te invitamos a que descargues la guía para acceder al resto del contenido. Introduce tu email y te la enviaremos directamente y de forma gratuita a la bandeja de entrada.
Nota Importante. Ninguna terapia puede convertirse en sustituto del diagnóstico y tratamiento del médico o profesional de la salud cualificado. El Instituto Valenciano de Terapias Naturales ofrece alternativas complementarias y nunca sustitutivas y no se responsabiliza del uso o mal entendimiento de estas. En nuestro equipo todos los profesionales se mueven dentro de esta filosofía y jamás se exceden de sus funciones a la hora de trabajar con una persona, estando sus técnicas dentro de la legalidad y atendiendo a las personas que hayan sido diagnosticadas previamente por un médico, advirtiendo que el programa de salud es un complemento y que nunca sustituye a las normas establecidas por el profesional sanitario correspondiente.

ISABEL LLANO BLANCO
Codirectora del IVATENA
Naturópata con especialidad en estímulos naturales, higienismo, flores de Bach y tóxicos ambientales. Facilitadora de Constelaciones Familiares. Realiza talleres de Constelaciones. Especializada en Salud Geoambiental titulada por el Instituto para la Salud Geoambiental y la Escuela de Salud Integrativa. Imparte formación de Constelaciones, Salud Geoambiental y Estímulos Naturales.
¿QUIERES SABER MÁS O APUNTARTE?
Escoge la opción que más te guste: email o teléfono. Estaremos encantados de ayudarte.
Suscríbete a nuestra Newsletter